miércoles, 26 de mayo de 2010

El acento de la muerte sigue vivo

Además de datos aportados por fuentes poco confiable o de poco peso, un error ortográfico es la segunda falta más grave dentro de cualquier medio que se dé a respetar.

El más común es el “acento de la muerte”. Peor que obviar un acento en una leyenda de foto, es obviarlo en el título de apertura o en cualquier otro espacio privilegiado de primera página.

Pero los errores son más comprometedores y peligrosos en medios digitales, no porque se cometan, sino por que la página que aloja una deformación como ésta puede ser consultada por los usuarios a cualquier hora de cualquier año.

¿Y si a alguien se le ocurre celebrar los 5 o 10 años de una palabra mal escrita de un medio? Es muy posible, ¡hay cada loco en este mundo!

No hay excusas para los errores gramaticales en la web, cuesta tan sólo entre 5 y 10 segundos hacer esta corrección sin necesidad de que alguien se dé cuenta. El reto es que el redactor o el editor noten la falla.

¿Cómo corriges un error cuando la plancha de la página impresa esta quemada? Imposible, ningún periódico lo hace por el alto costo del material. Es más barato pasar la pena al día siguiente y esperar una “patada” magistral de tus jefes.

Hasta la confianza forjada durante años se deteriora, en ese instante ni los años de servicios, exclusivas o tubazos son tomados en cuenta. Tú tienes la culpa, ahora te calas el sermón.

Tampoco vale el hecho de que el reportero está en la posición más baja o básica dentro de la complicada estructura de correctores que existe en un medio informativo.

Lo curioso es que si ves un error que se puede corregir a tiempo, no vale la pena mencionarlo, nadie te lo agradece, pero si dices al día siguiente que tu viste ese error y no lo reportaste pueden sancionarte. Ya me ha pasado, sé de qué hablo.

Como muestra, El Clarín, en Argentina, publicó la frase “calló al agua y se ahogo”, un doble error garrafal, pero que no ha sido visto y aún permanece en línea, tras casi cinco meses de haber sido montada esta nota.

Entonces, recomiendo tomar siempre un minuto para releer la información antes de publicarla; una vez publicada, vuélvela a leer, parece mentira, pero cuando está en línea siempre lograrás ver una o dos fallas más.

Estén alertas, diccionario a mano y usen el Word si sienten desconfianza al redactar. Es preferible ser precavidos a pasar el rayón de tu vida por una palabra más escrita.

2 comentarios:

Naru!! dijo...

Será que la turista argentina calló al agua, pero el agua en venganza la ahogo o mejor el agua callo y se ahogo jajaja; muy pertinente esta reflexión periodística, esta noticia me hace recordar que existen distinciones o palabras de dudosa escritura en el castellano como la que vemos aquí.

En este sentido, las palabras homófonas y homónimas son un reflejo de nuestra lengua dinámica, progresiva y cambiante, a continuación:

Calló, acción de callar, es decir hacer silencio, no hablar.

Cayó, acción de caer desplazarse un cuerpo de arriba abajo por la acción de su propio peso. Ley de la gravedad... “TODO LO QUE SUBE BAJA”.

Una recomendación que hago a diario, compre un diccionario, ojo no le vean como un adorno de biblioteca o estante, ni mucho menos un gasto, véanlo como una inversión a futuro en donde todas las personas que nos rodean tienen derecho a usarlo he incluso tú, nada mas sano que consultarle cuando emerja una duda que aparenta ser razonable.

Unknown dijo...

Pues sí, tienes razón. Por cierto, me gusta eso de Naru, pareciera que fueras colegiala jajaja.

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